- Escrito por Héctor A. Calderón B.
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Santa Evita (2022): el mito hecho serie
El proyecto audiovisual que llevó la vida de Eva Perón, la activista y política argentina, fue el resultado de la iniciativa de Salma Hayek y Rodrigo García Barcha. El guión fue escrito por Marcela Guerty y Pamela Rementería y fue dirigido por Alejandro Maci para la plataforma Star+. El argumento está inspirado en la novela homónima de Tomás Eloy Martínez. La producción fue rodada en Argentina y se convierte en una pieza audiovisual que presenta a las nuevas generaciones un mito referente en las luchas por la igualdad de las mujeres y el feminismo latinoamericano.
Pionera del voto femenino
Sólo 13 mujeres han sido presidentas en Latinoamérica desde el siglo XX hasta la fecha. Algunas de ellas alcanzaron el poder en las urnas, otras lo heredaron en el carrusel bananero que caracteriza la política latinoamericana. En todo caso es una cifra pírrica que remarca el machismo atávico que impera en el continente. Quizás las presidentas de mayor presencia mediática de los primeros veinte años del siglo XXI fueron Michelle Bachelet, Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff, protagonistas de la política chilena, argentina, y brasileña respectivamente. El voto femenino fue el primer paso dentro de las aspiraciones de las mujeres en dirigir los destinos de sus países. Para ello fue importante alcanzar el derecho al voto, uno de los principios de toda democracia moderna. Paradójicamente en EEUU, uno de los máximos defensores de la democracia liberal, apenas otorgó el voto a las mujeres y las minorías en 1965. Fue en Latinoamérica donde las mujeres votaron primero en todo el continente americano. En Haití se declaró ese derecho en 1950 pero como suele ocurrir en nuestro continente, esa conquista se quedó en el papel y solo siete años después, se hizo efectiva. Sería hasta el año de 1951 cuando votarían por primera vez más de tres millones de mujeres en Argentina. La responsable de ese hito fue justamente, una mujer.
María Eva Duarte de Perón conocida mejor como Evita Perón, impulsó la ley que permitiría ejercer el derecho al sufragio de las mujeres argentinas. Fue la esposa del presidente y teniente general José Domingo Perón. Los dos conforman un binomio político que dejó una profunda huella en la historia argentina de la primera mitad del siglo XX. Evita se abrió camino en la política, dotada de una presencia escénica que sabía explotar -era actriz- y un carisma que conectó con la defensa de las causas sociales y feministas de aquellos días. Llegó a participar del poder ejecutivo alejándose de la comodidad ornamental que rodea el título de primera dama. Desde su lecho de enfermedad sufragó por primera vez, al igual que los más de tres millones y medio de mujeres que votaron ese 11 de noviembre de 1951. Ocho meses después moriría a los 33 años de un cáncer cervical y fue declarada Jefa Espiritual de la Nación. Tenía todo para convertirse en un mito. Se murió a tiempo y dejó un cadáver bello. Tras su muerte una larga estela de seguidores sumidos en la orfandad hizo de Evita su santa. Una leyenda sobre la que el peronismo, una de las fuerzas políticas más influyentes de la política de su país, edificó su movimiento.
La incorrección política del cadáver exquisito
La serie tiene una estructura narrativa con saltos al pasado para plantear tres líneas temporales donde se revelan tres facetas del personaje; la joven Eva que deja su pequeño terruño para convierte en actriz en Buenos Aires y allí conocer a un militar muy importante que va en franco ascenso político; el segundo eje narrativo cuenta la historia del cadáver embalsamado de Eva y los esfuerzos de los militares por ocultarlo; y la tercera línea argumental asume la pertinaz investigación de un periodista por hallar el cuerpo casi 20 años después. Y es que una vez fallecida, Eva Perón fue embalsamada. De inmediato despertó una obsesión entre los custodios del cuerpo y los seguidores políticos de la difunta. Planteando todo un juego de intereses en torno al cadáver incorruptible que se transmuta en un símbolo que raya con el misticismo de sus adeptos y el anhelo de una nación.
La atracción por el cuerpo va más allá de la conveniencia política, la serie recoge el oscuro deseo, un extraño magnetismo que bordea la perversión necrófila. De allí se desprende cualquier posibilidad metafórica que detone arriesgadas interpretaciones sobre la política y la muerte. La iglesia lo sabe desde hace siglos; conservar reliquias avivan la devoción y tras ella, la reafirmación del poder. Un líder puede ser más peligroso muerto que vivo. Más allá del evangelio y sus resurrecciones, la política mundana tiene una vasta colección de influyentes fiambres. Para la muestra tenemos un par de botones: el Lenin embalsamado que todavía sigue avivando pasiones y el misterio del cadáver de Adolf que amamanta el regreso de un nazismo en tiempos del metaverso.
La serie fue dirigida por Rodrigo García Barcha y Alejandro Maci y escrita por las guionistas Marcela Guerty y Pamela Rementería. Uno de los aciertos es la prolija ambientación, un trabajo remarcable del departamento de arte, maquillaje y vestuario. En su elenco desfilan figuras como Natalia Oreiro, Darío Grandinetti y Ernesto Alterio. Las actuaciones de Diego Velásquez Dubone y Francesc Orella ponen un sello especial a las interpretaciones de un elenco acertado y convincente. El guion toma elementos de la novela de Tomás Eloy Martínez y propone una versión libre que ofrece un actual punto de vista sobre el personaje histórico.
Natalia Oreiro interpreta una Eva llena de atributos; bella, sensible, corajuda, inteligente y hasta un poco inocente. Aspecto que va cambiando en su arco de transformación en la subtrama amorosa con Perón, una relación de un hombre mayor que luce más paternal que erótico. La dependencia de Eva hacia su hombre va mutando, se transforma en una mujer propia de los feminismos actuales, emancipada, libre, de armas tomar, que sin ella el viejo Perón, no hubiese tenido el oxígeno político necesario para llegar a la presidencia. Incluso se entrevé un choque de intereses políticos entre las dos figuras. Para mi gusto luce plano el personaje de Eva; demasiado buena, demasiado pura. Casi nacida para ser santa. Dista de la realidad de los seres humanos donde la complejidad, sus sombras y grises son tan importantes como sus luces. Algo diferente ocurre con el personaje que encarna Ernesto Alterio, un militar con muchos matices y conflictos. También se destaca el papel del periodista, interpretado por Diego Velásquez Dubone, un terco reportero obsesionado con la verdad sobre el cuerpo embalsamado.
La serie propone una Evita, que, sin duda, es políticamente correcta en la línea de los feminismos actuales. Hay que anotar que este tipo de personajes de la mitología política universal siempre cuentan con fervientes detractores y defensores. Esos territorios pertenecen al análisis de la historia argentina y a los argentinos. En nuestro caso nos quedamos con la Evita de los terrenos narrativos que traspasó las fronteras culturales de Sudamérica.
Ícono de la cultura popular
Los argentinos saben conectarse con el mundo. Buenos Aires es una plataforma que impulsa mitos: Gardel y Piazzola, Borges y Pizarnik, Di Estefano y Maradona, Quino y Mafalda, el Che y Evita, son algunas de esas estrellas que han remontado los Andes. Personajes de la cultura, la ficción, el deporte, o la política que sobreviven al olvido y se reeditan una y otra vez en la cultura popular y las artes.
La historia de Evita ha sido abordada por diferentes expresiones de las artes narrativas. Desde documentales hasta musicales se han ocupado del asunto. Por resaltar tenemos dos grandes producciones; una bajo la dirección cinematográfica del inglés Alan Parker. Un musical del año 1996 que protagonizaron Madonna, Antonio Banderas y Jonathan Pryce. Fue un éxito de taquilla que recaudó por aquel entonces 141 millones de dólares y que todavía sigue facturando en plataformas como Netflix. Esta versión cinematográfica se deriva de un musical de Broadway que en 1978 puso sobre las tablas la vida de Evita. Dos años más tarde, en 1980, la versión española de la ópera rock impulsó el éxito de la cantante Paloma San Basilio al interpretar “No llores por mí, Argentina”.
La serie invita al espectador adentrase en el universo de Evita Perón que ha puesto de nuevo en las librerías la magistral novela escrita por Tomás Eloy Martínez. Una experiencia literaria que aborda la complejidad y el tamaño del mito. Un libro del que García Márquez dijo: “Aquí está, por fin la novela que siempre quise leer”. Y que, sin duda, será tema de una próxima reseña en Tertulia Tropical.
Héctor A. Calderón B.
Escritor, guionista y docente universitario.
Premio Nacional de Guión 2010.
Ministerio de Cultura, Colombia.