- Escrito por Héctor A. Calderón B.
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Jorge Ignacio “El Mono” Hernández Camacho, el creador de los Parques Nacionales en Colombia
“—No, doctor, salvajes no, silvestres, los animales son silvestres. Los salvajes somos nosotros.”
Jorge Ignacio Hérnandez C.
En Colombia a las personas que tienen el cabello rubio se les dice monos. A Jorge Ignacio, rubio y blanco, le decían “El Mono” y su nombre debería estar junto al de científicos como José Celestino Mutis o Francisco José de Caldas. Querido por muchos de sus discípulos, amigos y colegas, pero desconocido por la mayoría de colombianos, José Ignacio Hernández le dejó al país un importante legado en conocimiento y gestión ambiental.
Padre de la ecología en Colombia
Desde hace años, cada mañana, las noticias de Colombia son casi siempre las mismas: corrupción, narcotráfico, matanzas, procesos de paz que no cuajan, y los sangrientos datos de una guerra inmemorial que parece perpetuarse, tercamente, en nuestra historia. Por desgracia, poco se habla en los medios y las redes sociales de de las otras cifras que el país ofrece. Cifras como esta: 1912 especies de aves que ubica a Colombia en el primer lugar en este tipo de riqueza viva en el mundo. Dicho en otras palabras, ningún país en el planeta tiene tantas especies de aves como nosotros.
Jorge Ignacio Hernández nació en Bogotá en 1935. Se dedicó desde los 7 años al estudio de la naturaleza; en un cuaderno pegaba las láminas que encontraba en el interior de unas chocolatinas que las incluía como premio para los niños. A las pequeñas ilustraciones de animales les apuntaba con tinta china el nombre de la especie y sus características, antes de someterlas a una rigurosa clasificación. Esa taxonomía infantil, enriquecida con apuntes y dibujos a mano alzada, sería el primer esbozo de una pasión y un precoz anuncio de su destino. A los 11 años se escapaba del colegio para ver las colecciones de flora y fauna de la Universidad Nacional. Recién graduado de bachiller, se inició como profesor de Biología. Toda su curiosidad y formación científica la alimentó de la mano de maestros en Botánica y Zoología del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional. Allí, y con tan sólo 17 años publicó, en colaboración, un estudio botánico sobre las plantas bombáceas de Colombia.
Desde entonces no dejaría de investigar. En total produjo más de 60 publicaciones y un significativo trabajo inédito sobre Botánica, Ecología, Zoología, Mastozoología, Ornitología, Herpetología, Paleontología, Virología y Genética. Sus profundos conocimientos en diferentes campos de la ciencia lo llevaron a ser parte de investigaciones biomédicas con las universidades de Ohio y Nevada.
Maestro sin diploma
Primero conoció el mundo a través de la lectura. De niño lo apasionaban “Las aventuras de Tom Sawyer”. La lectura fue un amor profundo, además de obras de Ciencias Naturales, leía mucha Historia. Su esposa, quien fuera su estudiante en la Facultad de Biología, lo añora con amor, respeto, orgullo y profunda nostalgia. Su voz se llena de emoción cuando recuerda que permanecía leyendo incluso en la mesa frente al plato de comida. Cuenta Doña Julia que Jorge Ignacio tenía en su atiborrada biblioteca un lugar especial para la colección de cómics. Se hizo leyendo día y noche, así alimentó una memoria prodigiosa capaz de recordar con detalle especies, referencias bibliográficas o cualquier dato científico o histórico. A menudo lo frecuentaban estudiantes y colegas para buscar respuestas. Jamás fue mezquino con su conocimiento y siempre mantuvo los pies en la tierra. Trataba con igual respeto desde al gran científico hasta el estudiante recién iniciado. Sencillo y tímido, siempre rehuyó de las reuniones sociales y la publicidad. Pero cuando tenía la oportunidad de enseñar abría su mente y no había quien lo detuviera; su pasión desmesurada por difundir sus hallazgos hacían que sus conferencias se extendieran una hora y media más de lo estimado. Así contribuyó con la formación de centenares de gestores ambientales y profesionales en las carreras de Ciencias Naturales, Biología, Medicina Veterinaria, Agronomía y Geología.
Pero no todo fue dulzura en su matrimonio con la docencia, gracias a la reglamentación que regía este oficio, “El Mono” Hernández, probó uno de los tragos más amargos de su vida académica. Luego de haber formado generaciones de profesionales, el ser autodidacta y no tener un diploma universitario, lo llevó a ganar la mitad del salario de un profesor y ser catalogado como experto. Los expertos tenían la dura faena de lavar, alimentar, transportar y cuidar los animales. No obstante, Jorge Ignacio Hernández, pese a su injusta categoría salarial de obrero calificado, continuó dirigiendo tesis y enseñando. La Universidad Nacional le ofreció validar su carrera, pero él no se prestó para lo que consideraba una burla, pues ya había sido profesor en 11 materias de todo el programa académico.
Padre de los Parques Nacionales
Por iniciativa propia dejó la universidad y fue director de investigación del entonces Instituto de Recursos Naturales INDERENA. Es de los pocos colombianos que han, literalmente, caminado el país. Gracias a sus iniciativas en la gestión ambiental, los colombianos tenemos un Código Nacional de Recursos Renovables y del Ambiente, y un sistema de Parques Nacionales. Por aquellos días, en una cafetería aledaña al INDERENA, instauró su cátedra alterna donde amigos, estudiantes, especialistas, y todo aquel interesado en aprender, lo podían abordar mientras tomaba café o ron con coca cola. Recursivo cóctel que consumía con mesura para evitar los excesos y solo cuando salía del trabajo.
Hijo de madre colombiana y padre español, el “Sabio” Hernández como le llaman, con inmenso respeto, los que no se atreven a referirse a él como “El Mono”; desempeñó su labor desde diferentes ámbitos de trabajo; el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional, el Instituto de Recursos Renovables y la Fundación para la Conservación del Patrimonio Natural Bio Colombia.
Rechazó sobornos para construir en el Parque Tayrona
Fue un hombre de principios con una postura radical ante la corrupción. Rechazó los sobornos que le ofrecieron para que dejara de oponerse a la construcción de un complejo hotelero en el Parque Tayrona; un ejemplo de integridad y amor por el país para estos tiempos de rampante corrupción. Gracias a sus convicciones cosechó enemigos con la misma facilidad que profundas amistades.
Jose Ignacio "El mono" Hernández y Andrés Hurtado García,
padres de la ecología en Colombia
El llanto del manglar
Para el profesor, ecologista, fotógrafo y hombre de montaña Andrés Hurtado García; “El Mono” Hérnandez es uno de los colombianos universales que deberían estar al lado de García Márquez, Álvaro Mutis, Emilio Yunis, Rodolfo Llinas o Manuel Elkin Patarroyo. Pero la ignorancia, que todavía es grande en Colombia, no lo ha permitido. A lo largo de su carrera el “Sabio” Hérnandez obtuvo más de una docena de reconocimientos nacionales e internacionales en los que se destaca el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional y el Premio Internacional Global 500 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Pero quizas, el mayor de los homenajes que pudo recibir “El Mono” Hernández se lo dio la misma naturaleza.
El Santuario de Flora y Fauna “El Corchal Mono Hernández”
El viernes 14 de septiembre de 2001 entre los bosques de corchos y en cercanías a Cartagena de Indias, su corazón dejó de latir a los 66 años. Inmediatamente una algarabía silvestre se desató entre el manglar; los micos aullaron y la fauna entera del lugar parecería revolverse sin control para despedir al “Mono” Hernández. En el cielo, las aves revoloteaban. Julia, su esposa, y los demás colegas que le acompañaron en su última expedición, se tomaron de las manos y guardaron silencio. La región sería declarada un año después Santuario de Flora y Fauna “El Corchal Mono Hernández”.
Héctor A. Calderón B.
Escritor, guionista y docente universitario.
Premio Nacional de Guión 2010.
Ministerio de Cultura, Colombia.